A lo largo de los últimos veinte años, hemos trabajado en la reparación de decenas de tejados en
Majadahonda, en Boadilla del Monte, en Alcorcón, en Colmenar Viejo y hasta
en la propia capital y hemos observado el increíble poder destructivo que tiene
el agua de lluvia, especialmente cuando actúa en combinación con otros agentes
climatológicos. No hace más de tres años que la zona oeste de la Comunidad de sufrió unos días en los que el viento sopló
con una fuerza especial. La prensa se hico eco de la caída de algunos árboles e,
incluso, del derrumbamiento, afortunadamente sin víctimas, de la tapia de algún
solar. Sin embargo, sólo unos pocos vecinos de la zona cayeron en la cuenta de
que si esas rachas de viento habían sido capaces de derribar árboles, era muy
posible que también hubieran movido algunas tejas en el tejado de sus casas.
Por aquellos días recibimos sólo un par de llamadas pidiéndonos
que acudiéramos a revisar el estado de los tejados de esas viviendas, una tarea
que realizamos con rapidez y en la que procedimos a sustituir unas cuantas
tejas que habían salido volando, y a recolocar algunas otras que se habían
movido. Con las primeras lluvias, el teléfono de Imperdur comenzó a sonar con
una frecuencia inusual y, curiosamente, la mayoría de estas llamadas procedía de vecinos de la zona oeste de
Madrid, en cuyas viviendas comenzaba a filtrarse el agua de forma preocupante. Realizamos
aquel invierno varios trabajos de reparación
en tejados de Majadahonda, y Pozuelo, algunas de ellas bastante costosas. Reparaciones
que se hubieran evitado con una sencilla revisión cuando terminaron los días ventosos
del otoño.
